Cristina Kirchner está en Seúl. Su agenda prevé, entre otras actividades, encabezar un seminario sobre finanzas con CEOs de más de treinta grupos empresariales con negocios o intereses en Argentina, encuentros bilaterales con sus pares de Canadá y Corea del Sur; y por supuesto participar de la Cumbre del G-20.
El G-20 está integrado, además, por Alemania, Arabia Saudita, Australia, Canadá, China, Corea, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía, la Unión Europea y Brasil; y forman parte del foro las principales autoridades de las Naciones Unidas, de la OIT, del Banco Mundial; el Fondo Monetario Internacional, la OCDE y la OMC.
En este escenario internacional está inserto nuestro país; presidiendo también el G 77 – que reune a países en desarrollo - mas China; desde septiembre pasado, en el marco de las Naciones Unidas.
Este recorrido por un aspecto de la política internacional de Argentina, debe reconocer, asimismo, que la participación en los mismos no es un mero traslado por asambleas y reuniones sino que implica, no sólo, tareas de enorme responsabilidad institucional, sino fijar criterios y propuestas en los foros de debate más calificados y reconocidos del mundo.
Estos logros tienen una base de sustentación en la política de integración regional y latinoamericana que ha llevado a la concreción de la UNASUR y el fortalecimiento de los mecanismos de cooperación y defensa de los gobiernos democráticos del continente.
Nunca estuvimos más integrados; sin embargo esta estrategia iniciada por Néstor Kirchner y profundizada en la actualidad, se ha construido con claras señales de autonomía en la toma de decisiones y en la resolución de los problemas internacionales que iban apareciendo en las diferentes coyunturas.
Y este el centro del debate; frente a una derecha que hace permanentes referencias a que “estamos aislados del mundo”; cuando en realidad hemos tomado distancia concretas de las imposiciones de los organismos multilaterales de crédito, renegociamos nuestra deuda externa, cumplimos con los compromisos financieros, y no permitimos que asesores y financistas nos digan o aconsejen que hacer con nuestra economía o con los problemas que heredamos de anteriores gobiernos.
El reconocimiento actual a nuestra nación no es un hecho fortuito tampoco, ni producto de un golpe de efecto; forma parte de una construcción de los últimos años en nuestra política exterior, y de demostrar nuestra capacidad de llevar a los hechos nuestras posiciones doctrinarias. Le dijimos “NO” al ALCA, y al Consenso de Whasington; defendimos a los pueblos hermanos de Honduras, Bolivia y Ecuador; logramos apoyos inéditos a nuestros reclamos sobre las Islas Malvinas y pedimos la reformulación de las estructuras financieras internacionales. Esto es a lo que los sectores de poder le llaman “aislamiento”, cuando en realidad no privilegiamos a los fondos buitres, “la patria financiera”, o a aquellos que pretenden realizar sus negocios en el país especulando con el trabajo de los argentinos.
También en política internacional se expresan dos modelos, dos concepciones para relacionarnos con los demás países. La presencia de la presidenta de la Nación en Corea marca claramente la fortaleza de nuestra integración en el mundo.
Por el Embajador OSCAR LABORDE
Representante Especial para la Integración y la Participación Social de la Cancillería Argentina
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